Prosopagnosia, cuando no reconocemos las caras

Prosopagnosia, cuando no reconocemos las caras

Los humanos tenemos una capacidad sorprendente para procesar rostros, lo que es evolutivamente muy importante para la supervivencia y el desarrollo social y afectivo de las personas. Pero a veces, esta competencia se altera, dando lugar a un trastorno denominado prosopagnosia o ceguera facial; esta incapacidad para reconocer rostros (incluso el de uno mismo) puede ser adquirida, cuando la persona pierde la capacidad de reconocer adecuadamente las caras como consecuencia de una lesión cerebral (por traumatismo, accidente cerebrovascular, tumores, por enfermedades neurodegenerativas, etc.); o puede ser evolutiva o del desarrollo cuando se presenta de manera congénita, teniendo un claro componente genético (generalmente hay varios casos en una misma familia con diferente grado de afectación). En este último caso, a veces los afectados no son conscientes de su trastorno. A pesar de esta alteración, se mantiene preservada la capacidad para juzgar determinadas características de las caras (sexo, edad, etc.) y las expresiones emocionales.

La capacidad para el reconocimiento de rostros, al igual que otras competencias, puede ser mejor o peor dependiendo de las personas, aunque solo se considera un trastorno en aquellos casos en que su funcionamiento está significativamente por debajo de lo normal.

Aunque es un trastorno relativamente desconocido, ha aparecido en distintos medios; entre ellos, destaca la película El rostro del asesino (Faces in de crowd, 2011), algún capítulo de series famosas, como House, videojuegos como 999 (9 hours, 9 persons, 9 doors) de la Nintendo DS o libros de divulgación científica como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (aunque no se trata de manera específica de una prosopagnosia, sino de una agnosia visual general muy grave) o Los ojos de la mente, donde se aborda esta patología directamente, ambos de Oliver Sacks. Además, Sacks nos cuenta en este último libro su experiencia, ya que padecía este trastorno; otros famosos que lo sobrellevan son Brad Pitt o Jane Goodall.

Generalmente (y sobre todo cuando es evolutiva, como en el caso de estos famosos), las dificultades se atribuyen a ser personas despistadas y a veces crean malos entendidos y conflictos personales. De hecho, en ocasiones son personas que evitan determinadas situaciones sociales (por ejemplo, aquellas muy concurridas o en las que no tienen cierto control de qué personas acudirán), si bien esto depende de cómo lo afronte la persona y la reacción de los allegados. También pueden no disfrutar de las películas o series porque a veces se pierden en el argumento por no identificar los personajes.

Pero al igual que cuando hay otro tipo de alteraciones, en estos casos aprenden a utilizar estrategias compensatorias, reconociendo a las personas por deducciones a partir de otra información (como la voz, forma de andar, detalles de la cara como un lunar, unas gafas, cicatrices, corte y color de pelo, etc., o por la descripción verbal de las características de una persona), para lo que también es muy importante el contexto (por ejemplo, reconocer a una persona del trabajo por su lunar en el trabajo puede ser fácil, pero no así si se la cruza por la calle).

Las lesiones en la circunvolución fusiforme de la corteza occipitotemporal se asocian con este trastorno (que por ello se llama área fusiforme facial), aunque no hay acuerdo si sólo con el daño del área fusiforme derecha es suficiente o es necesaria una lesión bilateral.

Por otro lado, esta área no parece ser exclusiva del procesamiento de rostros, sino que está especializada en el análisis visual de elementos de una misma categoría; por ejemplo, se también se activa cuando un ornitólogo tiene que clasificar un determinado pájaro.

La prosopagnosia adquirida es muy infrecuente, sobre todo como único trastorno tras una lesión (de lo contrario, podría pasar desapercibido porque el reconocimiento de caras no suele entrar dentro del protocolo de evaluación neuropsicológica y porque otros déficits mayores lo camuflan o se atribuyen a otras alteraciones, como puede pasar en el Alzheimer).

En cambio, y a pesar de lo que se pensaba hasta hace poco, la prosopagnosia evolutiva parece ser relativamente frecuente (se habla de un 2% de la población, aunque habrá que esperar nuevos estudios epidemiológicos), si bien es algo que se ha empezado a saber recientemente. Puede asociarse, aunque no siempre, a otras dificultades, entre la que destaca la dificultad para reconocer lugares.

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