Trastornos específicos del aprendizaje
de la lectura, la escritura y el cálculo
El aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo puede alterarse por múltiples causas: déficits sensoriales o motores, instrucción inadecuada, falta de motivación, bajo nivel de inteligencia, etc. Pero en ocasiones se altera de manera específica e inesperada, sin que se den las causas anteriores, en un grado significativo en comparación con el nivel esperado y de manera persistente. En estos casos se habla de trastornos específicos del aprendizaje, específicamente de dislexia cuando se afecta la lectura y la escritura, y de discalculia en el caso de afectación de las matemáticas.
Estos trastornos se deben a una disfunción del sistema nervioso central (como consecuencia de factores genéticos o por daño cerebral) e impide una correcta automatización de estas habilidades, aunque el cerebro tiene una gran plasticidad para aprender y compensar las dificultades (por lo que es muy influyente el ambiente); por lo tanto, las dificultades pueden minimizarse a partir de una intervención adecuada (pero no hay cura, es una condición de por vida, aunque dependiendo de muchos factores se puede llegar a conseguir una competencia lectora/escritora muy satisfactoria).
Estas dificultades tienen consecuencias directas en el ámbito escolar y suelen influir en otras áreas de la vida del niño, como en su autoestima, habilidades sociales, conducta, etc., y en la familia.
Además es frecuente que las dificultades de aprendizaje vayan asociadas entre sí, e incluso con alteraciones de otras capacidades, como las atencionales, visoperceptivas, etc. (comorbilidad).
El diagnóstico se puede establecer a partir de los 8 años (ya que requiere una ejecución de al menos dos años por debajo de lo esperado, y estas asignaturas comienzan a impartirse formalmente a partir de los 6). A pesar de ello, con anterioridad se puede predecir el riesgo de desarrollar dificultades de aprendizaje en el futuro (e intervenir para prevenir o paliar estas dificultades). Hay que diferenciarlos de alteraciones en otras funciones que afecten de manera secundaria a la lectura, escritura y cálculo y, sobre todo, de retrasos en estos aprendizajes, es decir, casos en los que, por diferentes motivos, el aprendizaje ha ido más lento (pero con intervención y trabajo del niño y la familia en un tiempo mucho más corto obtiene el nivel esperado para su edad).
El pronóstico varía de un niño a otro por muchos motivos: la gravedad del cuadro, el perfil de puntos fuertes y débiles, el ambiente y el apoyo familiar y escolar, las adaptaciones curriculares (no significativas)… y, muy importante, la edad de inicio de la intervención.
La intervención debe ser individualizada y basada en los déficits y en los puntos fuertes de cada niño, ya que hay muchas capacidades que intervienen en el aprendizaje de la lectura, la escritura y las diferentes áreas matemáticas que pueden alterarse de manera específica.