TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD

TDAH y otros problemas de las funciones ejecutivas
Dificultades en la función ejecutiva

TDAH y disfunción ejecutiva

Las funciones ejecutivas son, metafóricamente hablando, el director del cerebro, es decir, un conjunto heterogéneo de capacidades complejas para autorregularse, organizar/guiar nuestra conducta, resolver problemas y controlar el funcionamiento del resto de capacidades cognitivas y emocionales. Las capacidades cognitivas más destacadas de las funciones ejecutivas son la atención sostenida, la inhibición, la memoria operativa o de trabajo (mantiene y utiliza la información que estamos utilizando), la planificación, la supervisión, la flexibilidad mental, etc. Se asientan principalmente en el lóbulo prefrontal.

Su desarrollo puede alterarse por causas ambientales (afectación pre, peri o postnatal) y genéticas (hay una alta vulnerabilidad genética), que dan lugar a disfunción cerebral frontal. Debido a la transversalidad de estas funciones, cuando se alteran afectan generalmente a muchas áreas de la vida del niño: académica, social, familiar y emocional. Su desarrollo alterado o lento y persistente es lo que se conoce comúnmente como Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad o TDAH (también puede aparecer retraso en su desarrollo, pero con una intervención adecuada adquiere, en poco tiempo, el nivel esperado).

Estas dificultades generalmente aparecen en los niños pequeños, aunque hasta los 5/6 años el lóbulo frontal no comienza un importante desarrollo evolutivo (que dura hasta la adolescencia o adultez joven), por lo que las conductas de tipo TDAH son frecuentes en preescolares sin conllevar que tengan patología. Pero los niños con TDAH continúan presentando sintomatología posteriormente, a diferencia del resto de niños. Puesto que se debe a una disfunción cerebral, es un trastorno crónico, sin cura, aunque sus síntomas pueden disminuir tanto por el tratamiento (neuropsicológico, conductual y farmacológico) como por la evolución propia del trastorno a lo largo de los años.

En caso de daño cerebral frontal (traumatismo craneoencefálico, tumores, etc.), los síntomas son similares, aunque si tiene lugar una vez comenzado el desarrollo de las funciones ejecutivas se suele denominar síndrome disejecutivo.

La prevalencia de este trastorno es del 6% de niños y adolescentes y persiste aproximadamente en dos tercios en la edad adulta. El TDAH afecta más a niños que a niñas, en un ratio 3-5:1.

Entre un 25-45% de los niños con TDAH desarrollan trastorno de conducta.

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    Hay diferentes tipos de tratamiento, que deben realizarse de manera coordinada:

    Farmacológico

    El neurólogo o psiquiatra será el responsable de establecer (o no) el tratamiento farmacológico, dosis… Los fármacos de primera elección son los psicoestimulantes, que son muy seguros y eficaces (específicamente, el metilfenidato), aunque hay otras opciones, como la atomoxetina.

    Neuropsicológico

    Las funciones ejecutivas se pueden entrenar y estimular gracias a la plasticidad cerebral (aumentando la capacidad de atención sostenida, aprendiendo a utilizar autoinstrucciones para guiar el comportamiento, aumentar la capacidad de inhibición para disminuir la impulsividad, etc.).

    Entrenamiento a padres

    El TDAH, por sus propias características, generalmente conlleva problemas de conducta (en ocasiones, severas) y de difícil manejo por parte de los padres. Por tanto, es imprescindible que aprendan e integren en sus pautas educativas las técnicas efectivas de modificación de conducta.

    Apoyo escolar

    Pueden requerir este tipo de apoyo porque, aunque la capacidad intelectual no se encuentra afectada, el coste académico por la alteración de las funciones ejecutivas es muy elevado, pues sin atención no hay aprendizaje (la prevalencia de fracaso escolar en niños con esta patología es muy elevada).

    A pesar de su nombre, este trastorno va más allá de la afectación de la atención sostenida, afectando a algunas o todas las funciones ejecutivas. Dependiendo del patrón, hay diferentes subtipos:

    Inatento

    Con síntomas de falta de atención, pero sin cumplir el mínimo de síntomas de impulsividad/hiperactividad. La dificultad atencional puede deberse a una capacidad atencional disminuida (es decir, se “agota” rápido) y/o a una dificultad para inhibir los distractores, ya sean internos o externos (se distraen con cualquier cosa, hasta con sus propios pensamientos). Dentro de este subtipo, se ha descrito un grupo más homogéneo de niños con una velocidad de procesamiento lenta, que suelen ser poco activos, lentos, se dice de ellos que sueñan despiertos o están en las nubes, que son tímidos, etc. (perfil conocido como Tempo Cognitivo Lento).

    Hiperactivo/impulsivo

    Hay una dificultad para inhibirse motora y cognitivamente, pero con pocos síntomas o ninguno de inatención. Son niños con una actividad motora exagerada (suelen decir que parece que tienen un motor) que no pueden controlar en situaciones que así se requiere (generalmente en la adolescencia y en la edad adulta esta actividad disminuye o se elimina a favor de una mayor inquietud cognitiva) y que responden de manera impulsiva, sin reflexionar (interrumpen a otros, responden antes de acabar la pregunta, hablan excesivamente, toman decisiones sin valorar las consecuencias, su expresión emocional es más inmediata y poco ajustada socialmente).

    Combinado

    El niño tiene síntomas tanto del tipo inatento como hiperactivo/ impulsivo, por lo que se pueden alterar más áreas que en los otros casos ante una gravedad o retraso de las funciones ejecutivas similar.

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