Pregunta de Vanesa P.
Estamos acostumbrados, y por ello nos parece normal, que se enseñe lectoescritura a niños de 3, 4 y 5 años (incluso antes, si tenemos en cuenta a los más pequeños de la clase que cumplen a finales de año). Inicialmente son cosas como su nombre, pero rápidamente hacen que se fijen en el de los demás, las letras por las que empiezan otros nombres o cosas con carteles, etc., invirtiendo bastante tiempo en esta enseñanza.
Pero los niños a estas edades no están preparados ni visual ni motriz ni lingüísticamente para la lectura y la escritura. A nivel visual, requieren madurar algunas habilidades, que son más exigentes en las minúsculas, como por ejemplo, discriminar según la orientación (pues el sistema visual está preparado para reconocer las cosas independientemente de la orientación, por ejemplo, saber que una bici es una bici independientemente de hacia donde se dirija, lo que hará que les cueste diferencias letras similares con orientaciones distintas o que dibujen las letras del revés); además, entre las minúsculas también se parecen más entre sí que entre las mayúsculas por otros aspectos (pensemos en la a y la o, la g y la j que además pueden sonar igual, la l y la b, etc.). A nivel motriz tienen poco control y deben desarrollar mejor la pinza digital: las letras minúsculas tienen trazos más complejos (porque son más redondeados, requieren giros más pequeños) que las mayúsculas; de hecho, los niños a estas edades no escriben, dibujan. En el nivel lingüístico, el más importante por la elevada carga de este componente de la lectoescritura, no influyen las mayúsculas y minúsculas, pero a estas edades tampoco están preparados por el poco desarrollo de la conciencia fonológica (lo que es un requisito imprescindible para este aprendizaje); y aunque parece que los niños leen algunas palabras, la falta de conciencia fonológica impide la lectura real, reconocen la palabra como si fuese un dibujo, lo que se denomina lectura logográfica (como reconocemos nosotros las marcas de coche, independientemente de la palabra que ponga).
Por otro lado, no tiene mucho sentido enseñar las mayúsculas de manera independiente a las minúsculas y por encima de ellas, siendo mucho más infrecuentes. Los cambios de letras a los niños con dislexia a veces les suponen aprendizajes muy costosos (por ejemplo, cambiar de mayúsculas a minúsculas y de ligada a letra de imprenta).
Los conocimientos científicos han aportado mucha información que nos permitiría hacer las cosas mejor; para los niños sin riesgo de desarrollar dislexia tiene menos consecuencias, pero no para los niños con riesgo, que podrían ver reducida la probabilidad de desarrollar un trastorno de aprendizaje o, al menos, reducir su gravedad, si se hicieran las cosas de otro modo: en los cursos de infantil, o al menos en los dos primeros (también en tercero, pero entiendo que implicaría un cambio sustancial a nivel educativo que actualmente no es posible), sería mucho más beneficioso trabajar la conciencia fonológica y de esta manera en tercero de infantil, el aprendizaje de la lectura y la escritura sería más fácil para todos los niños e igualmente llegarían leyendo a primaria.También se puede trabajar la grafomotricidad para que tengan mayor control y, sobre todo, interioricen la dirección correcta de los trazos (aunque este objetivo sería secundario frente a la conciencia fonológica). Todo ello, sin implicar de manera directa la lectura y la escritura, pues no están cognitivamente preparados; podemos aprovechar esas edades para estimular los requisitos para los que sí están preparados. Por otro lado, las mayúsculas y minúsculas se deberían enseñar conjuntamente y si se le da preferencia a alguna, debería ser a la minúscula por su frecuencia.
