A raíz de un caso curioso y bonito que contaré más adelante, voy a escribir un conjunto de entradas en el blog relacionadas con la anomia o, mejor dicho, las anomias.
A todos nos ha pasado a lo largo de nuestra vida que a veces no nos sale una palabra, el nombre de un actor, el título de una película, etc. y, pasado el tiempo, se nos presenta en la cabeza como por arte de magia (incluso cuando ya hemos dejado de buscarla, a veces horas o días después). Esto es común cuando queremos acceder a una palabra infrecuente y también ocurre de manera más generalizada en el envejecimiento sano.
¿Por qué ocurre? Para que las palabras se puedan decir se necesita que superen un umbral de activación. Cada palabra, dependiendo de sus características (sobre todo la frecuencia de uso y la edad de adquisición, aunque también si es imaginable o abstracto, el mayor o menor conocimiento que tengamos del concepto, etc.), tiene un nivel de activación de base y cuanto más cercano al umbral esté, más fácil será que accedamos a ella:
en palabras frecuentes (y adquiridas a edades tempranas y si son cosas concretas e imaginables, etc.), cualquier información mínima relacionada con su significado o su fonología hace que se active, mientras que en palabras infrecuentes (y adquiridas más tardíamente, conceptos más abstractos, etc.) necesitamos más activación, se necesita “buscar más” dicha palabra porque está más escondida. Durante el envejecimiento normal, la actividad general del cerebro disminuye, por lo que también se requiere más activación para acceder a todas las palabras. Pero en estos casos no se trata de anomia (aunque la sensación es la misma), ya que no es algo patológico, sino del fenómeno de la punta de la lengua.
Esta situación aparece de manera exagerada y discapacitante cuando una lesión cerebral (debida a ictus, traumatismos, tumores, operaciones quirúrgicas, falta de oxígeno, etc.) afecta a zonas del cerebro encargadas del lenguaje. La falta de palabras, denominada anomia, se puede dar como un síntoma más de un cuadro de afasia (es un síntoma común a casi todas y, en aquellas que se recuperan bien, suele quedar como síntoma residual) o como un cuadro concreto, la afasia anómica o nominal, en la que están conservadas todas las capacidades lingüísticas menos el acceso al léxico, dando lugar a un lenguaje en el que todo el rato aparece el fenómeno de la punta de la lengua (lo que es muy frustrante, porque a pesar de poder hablar de manera “normal”, no encuentran palabras, quedándose bloqueados, explicándose con palabras muy genéricas o dando vueltas y más vueltas para explicar algo sencillo, pues cuando ya están dando un rodeo porque les falta una palabra, en el propio rodeo también les faltan las palabras). Esta anomia se denomina específicamente anomia léxica o pura (porque hay otros tipos de anomias, como se explica en esta entrada sobre la anomia semántica y fonológica) y la dificultad puede ocurrir porque se han perdido las palabras o porque no se puede acceder a ellas, pero están ahí (el camino está cortado o la activación basal es muy baja y cuesta sobrepasar el umbral), aunque al igual que en el fenómeno de la punta de la lengua, sabe la idea que quiere transmitir y, si le dicen la palabra, la reconoce y la puede decir. Esto es así por cómo está organizado el sistema cognitivo en general y el sistema lingüístico en particular:
Es decir, cuando hablamos (vamos a reducirlo a una sola palabra, para eliminar todo el aspecto morfosintáctico), en primer lugar tenemos la idea, el significado, a partir del cual se busca la palabra que más se ajusta a esa información y, tras esta elección, se activan los fonemas ordenados que la forman (para posteriormente transformarse en patrones motores para articularlos en los sonidos correctos, resultando la palabra).
Pero cuando hay daño de la información léxica o su acceso, a veces los pacientes no saben la palabra y pueden quedarse callados buscándola, hacer circunloquios (rodeos para explicar la idea sin usar la palabra a la que no acceden) o cometer errores denominados parafasias, que a su vez se clasifican en semánticas (palabras de la misma categoría, la categoría superior a la que pertenece la palabra, conceptos a los que está asociado porque generalmente aparecen juntos e, incluso, antónimos) y en fonológicas (palabras que suenan similares).
Los circunloquios son estrategias compensatorias, pues el paciente tiene el concepto que quiere transmitir pero no consigue acceder a la palabra que más se ajusta al concepto y, por tanto, lo explica, consiguiendo el objetivo de su comunicación (normalmente, aunque a veces la unión de muchos circunloquios hace que la explicación o conversación termine siendo difícil de entender porque hay muchos, porque hay circunloquios dentro de circunloquios o porque estos incluyen palabras muy genéricas como “esto”, “eso”, “cosa”, “lugar”, etc.).
Las parafasias se producen como consecuencia de la organización de nuestro almacén de palabras y nuestro sistema cognitivo y lingüístico: los conceptos y las palabras están organizados en redes complejas en las que unas palabras (y conceptos) están unidas a otras según su mayor o menor relación y la activación de un concepto o una palabra hace que se activen otras similares, se irradia la activación. Vamos a poner un ejemplo de parafasia semántica: cuando queremos hablar de un mueble que sirve de asiento para más de una persona, que es cómodo, ligeramente blando y tiene respaldo y brazos, en nuestra cabeza activa la palabra “sofá”, pero también se activan otras con las que tiene parecido, como “sillón” y “silla”. Cuando estas redes están alteradas, el concepto puede no llegar a activar la palabra exacta que buscamos, pero si otra relacionada que tenga mayor activación de base (diciendo, por ejemplo, la palabra sillón en lugar de sofá), aunque al decirla el paciente sea consciente de que no es la palabra que quería decir; si la asociación entre la palabra y el sistema semántico es correcto, la persona será consciente del error (aunque a lo mejor no puede corregirse porque no logra activar la palabra correcta), pero cuando hay cierta desconexión entre estos almacenes, puede estar conforme con la palabra. El caso de las parafasias fonológicas cuando está alterado el almacén léxico (porque también se pueden producir por alteraciones en otros niveles y la explicación del error es diferente) puede ser porque un concepto intenta activar una palabra pero no lo consigue por la alteración de este almacén, pero puede activar parte de esa información (por ejemplo, saber el sonido o sílaba inicial) y esa clave hacer que se activan palabras con un mayor nivel de activación (o si nos dan el inicio, activarse otra palabra). Hay ocasiones en las que la cercanía semántica y el parecido fonológico hacen que se produzca un mayor número de errores, como por ejemplo, cuchara y cuchillo o limón y melón, dando lugar a parafasias mixtas.