Visión con baja iluminación

En la siguiente entrada junto dos de mis hobbies: la neurociencia y la astronomía. Voy a tratar cómo funciona el sistema visual en condiciones de baja iluminación, como ocurre, por ejemplo, cuando se realizan sesiones de observación astronómica.
Durante el día utilizamos principalmente la visión fotópica, aquella en la que se perciben principalmente detalles y colores que ofrecen una elevada definición y surge a partir de la mirada directa de los objetos (gracias al funcionamiento principal de los conos).
En situaciones de baja iluminación utilizamos la visión escotópica, siendo los responsables de ella los bastones (excepto cuando observamos objetos brillantes, como la Luna, los planetas e incluso en algunos objetos de cielo profundo, como nebulosas planetarias, donde también entran en juego los conos). Puesto que la densidad de bastones es superior fuera de la mácula (zona central de la retina donde se concentran los bastones), generalmente es más útil utilizar la visión avertida o periférica (mirar de reojo para que la imagen se proyecte fuera de la mácula) para observar objetos de cielo profundo porque son menos luminosas.
Por otro lado, para que nuestra visión ante baja luminosidad sea óptima es necesario que tenga lugar la adaptación a la oscuridad, es decir, que durante un tiempo (en torno a media hora) no nos expongamos a fuentes de luz. En cuanto estamos en situación de oscuridad la pupila se dilata rápidamente en torno a 6-8 mm., aumento denominado midriasis (estas medidas son genéricas, ya que depende de la edad, pues disminuye con esta) para que entre la máxima cantidad de luz. En cambio, para estar preparado a nivel químico el ojo necesita más tiempo: la rodopsina (compuesto que inicia los impulsos nerviosos ante estimulación lumínica o de movimiento en los bastones) se degrada ante la exposición de la luz (se fotoblanquea), por lo que tiene que regenerarse para ser sensible a la luminosidad; de lo contrario, solo se verán objetos muy luminosos (para los cuales también intervienen los conos); pero incluso los conos deben adaptarse: pasados unos 5 minutos, estos se vuelven más sensibles a la luz (su adaptación es más rápida porque su fotopigmento, la opsina, se regenera más rápidamente). En sitios con contaminación lumínica no llega a ser posible completamente la adaptación.
Otra cuestión a tener en cuenta para mantener la adaptación a la oscuridad (y no tener que empezar todo el proceso cuando necesitamos ver algo que requiere iluminación) es usar la luz roja. La longitud de onda de la luz roja está en el límite de la banda de absorción de la rodopsina, es decir, son relativamente insensibles y no se fotoblanquean (aunque esta luz roja debe ser de poca intensidad).

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